martes, 27 de diciembre de 2011

[9] La timidez y el sentimiento de inferioridad

    Sin llegar a este extremo del desmayo, la persona huye hacia dentro cada vez que se desinteresa de lo exterior, cada vez que se vuelve de espaldas a lo exterior. Éste es el caso, en general, de las personas que padecen problemas de timidez, de sentimientos de inferioridad. Vemos cómo la inseguridad que existía, con la tensión correspondiente, produce en la persona un movimiento de replegamiento hacia dentro. La persona tímida es tímida porque, en lugar de reaccionar hacia afuera, reacciona hacia dentro. Está tenso porque está huyendo. Quiere huir, no quiere vivir la situación. ¿Por qué? Porque se encuentra en peligro, peligro de crítica, peligro de quedar mal, peligro de ridículo. Entonces reacciona huyendo hacia adentro. Por eso no le salen las palabras, no le salen los movimientos, la memoria no le funciona. Toda una serie de fenómenos que son de inhibición, de disminución. Y eso todos lo hemos comprobado. De aquí que es tan interesante ir tratando de aplicar todo lo que decimos a la situación personal.
          Puede ocurrir que la reacción se produzca en la otra dirección, que, en lugar de inhibirse, sea de excitarse. Entonces vemos este fenómeno por el cual la persona que se encuentra en inseguridad y en tensión se enfada, se irrita. Es otro modo de reaccionar ante el mismo tipo de problema. Un modo de huir de la tensión es intentar descargar la protesta, la energía, hacia afuera. Esto da un sentido de agresividad o a veces un sentido de acción, que en definitiva es otro modo de huir del problema, ya que es una acción por la cual uno trata de distraerse y alejarse del conflicto que le preocupa. Muchas personas que van por el mundo adoptando el papel de personas batalladoras, valientes, simplemente están realizando la función de huir de su inseguridad. Están tratando de aparecer ante sí mismos y ante los demás como personas importantes, activas, enérgicas. Pero todo es un personaje ficticio.
            ¿Qué es, pues, la timidez? Ya hemos visto como se presenta. La timidez, mirándola ahora con más detalle, es el resultado, en primer lugar, de que la persona ha vivido su yo-experiencia con poca intensidad. Su yo-experiencia no se ha desarrollado de un modo muy fuerte, ni muy amplio. Esto quiere decir que sus impulsos han quedado en gran parte retenidos e inhibidos dentro. Sea por un exceso de autoridad en el ambiente que le rodea, por un exceso de crítica, o por insuficiencia de energía natural en la persona, el hecho es que unos impulsos que se han generado, que se han producido dentro, no se han actualizado, no se han exteriorizado. Al tener el yo-experiencia pobre, ocurre que la persona vive de hecho poca fuerza psicológica. Su yo es débil. Pero, en cambio, tiene dentro una gran carga de energía; ésta es la que le hace fabricar la imagen de sí mismo como él querría ser, como él desea llegar a ser. Y, cuando más alta es la imagen de cómo desea llegar a ser, más lejos está de su experiencia diaria. Al ser débil su reacción ante las situaciones, estará siempre muy por debajo de este yo-idealizado. El resultado es que en cada momento en que está actuando se siente fracasado, alejado de tal como él quiere llegar a ser. Y, por el miedo a sentirse una vez más fracasado temerá cualquier situación que le obligue a hablar, a moverse, a reaccionar, a responder. Cada vez más tenderá a refugiarse en su fantasía, en su deseo, en lo que él llama su mundo interior. Y, cuanto más se refugie en su mundo interior, más aumentará su problema. O sea, que el tímido es siempre la persona que vive un yo-experiencia débil, que no ha crecido y que, en cambio, está teniendo una gran cantidad de impulsos, de energías de varios tipos, que le obligan a vivir un yo-idealizado muy intenso. Entonces, se está constantemente comparando con esto que él desearía llegar a ser, y cada vez se siente más lejos de ello. Cada experiencia es una experiencia frustrante, es una experiencia de fracaso. Cada vez se va convenciendo más de su imposibilidad de alcanzar este ideal.
           Por lo tanto, el tímido es tímido simplemente porque se compara consigo mismo. No es que sea tímido porque los demás sean más fuertes, lo es porque vive por debajo, muy por debajo, de lo que él siente que debería ser. Está representando un papel muy inferior al que siente, al que necesita hacer. Por tanto, todo el problema del tímido está en sí mismo. El tímido no es tímido porque la otra persona esté más segura que él; eso es lo que le parece al tímido. Lo que ocurre es que, cuando está con las otras personas, es cuando se despierta este problema que está dentro de él. Pero el problema, siempre, en todo momento, está en él y nada más que en él. De ahí que sea falsa esta solución que a veces busca el tímido consistente en buscar ambientes pobres, en buscar ambientes más sencillos, con menos exigencia. Vemos muchas veces esto en los niños. El niño tímido busca amistad con niños más pequeños. En las personas mayores también ocurre igual. Personas con sentimientos de inferioridad tratan de establecer contacto con otras que posean menos cultura, ante las cuales pueden presumir, sentirse superiores artificialmente, o también con personas económicamente más pobres, porque el sentirse más fuertes económicamente tiende a compensar este sentimiento de inferioridad.

Fuente: PsocogogiaUned.com

jueves, 15 de diciembre de 2011

[8] La verdadera lucha siempre es con uno mismo

Cuánto nos cuesta Ver. Vivimos inmersos en el mundo de la ilusión; no nos escapamos de ella, aunque de cuando en cuando seamos conscientes de que es solo ilusión. Podemos cuando estamos serenos y lo suficientemente preparados centrarnos en percibir la realidad, pero basta el simple vuelo de una mosca para volver a sumergirnos plenamente en el olvido. En mi caso, llevo bastante mejor la teoría que la práctica, lo que supongo les ocurre a muchos.
       Leyendo el libro Anatomía del espíritu, de Caroline Myss, he hecho un viaje en retrospectiva a todas las dolencias físicas que recuerdo. He superado muchas, otras las llevo más o menos bien, y otras van reapareciendo. Hasta aquí lo normal en toda persona; una serie de enfermedades que padecemos prácticamente todos. Esta es la versión de la ilusión. La realidad es… ¿Qué provocó realmente que un día un virus me enfermara, mientras que en otros momentos no pudo prosperar? ¿Qué provocó una serie de pequeños o grandes accidentes? ¿Qué provocó una serie de enfermedades más o menos graves?¿Qué provocó el mismo tipo de vivencias con el mismo resultado?
       La respuesta siempre es la misma: mi energía vital estaba baja y su bajón proviene de mis sentimientos. Cuesta reconocer que aún en la infancia tenía mis dilemas, mis alegrías, mis miedos, y que todos ellos condicionaron mi nivel energético. Superé muchas de las enfermedades, pero ¿superé lo que me las provocó? ¿He logrado ser valiente, o solo un poco más valiente?¿He logrado ser generosa, o solo un poco más generosa?¿He logrado amarme, o solo amarme un poquito más? Pues esas y no otras son las verdaderas causas de mis enfermedades y vivencias. La respuesta a estas preguntas y otras parecidas duele, pero siempre es la misma. 
       Una vez esto comprendido, he de enfrentarme a mí misma; he de poder ver el hilo conductor de todas mis tribulaciones y alegrías; reconocer que cuando he aparcado, rodeado, huido de una lección vital, lo he hecho solo a nivel consciente. La vida una y otra vez me enfrenta a la misma decisión: ¿Te amas, te respetas, te sientes orgullosa de tu conducta, eres cobarde, eres generosa, eres leal contigo misma, has aprendido de veras a amar? Ahora ya se que no tengo escapatoria; mientras no enfrente y supere la lección volveré a repetirla. Solo puedo decir…que estoy en ello.
       Se que cada paso que doy en el mundo de la ilusión o consciente es justo el que me lleva a la experiencia, a la lección para lograr entender, asimilar y superarme a mi misma, aunque sea de manera completamente inconsciente. Muchas veces me he visto experimentando actitudes de otros que creo sinceramente injustas, solo para recordar que estas actitudes ya las vi,  pero sin que me afectaran directamente. Eran otras personas las que las padecían, muchas veces de manos de las mismas personas que ahora me dañan; y yo callé, giré la cabeza, me acobardé. No tuve el valor en su momento, aunque ya haya detectado como incorrecta tal actitud. Ya se sabe el dicho: “quien calla otorga”, y ahora la vida me enfrenta a la misma situación, solo que más dolorosa, para darme “una nueva oportunidad” de aprender, de tener el suficiente valor.
       ¿Cuántas experiencias, cuántas oportunidades se necesitan para vencernos a nosotros mismos? Conscientemente lo ignoramos; un día damos el paso y nos damos cuenta de que no fue tan terrible; que de hecho fue mucho peor el sufrimiento mientras no lo dimos. Y ahora que ya hemos dejado atrás este reto nos sentimos mucho más fuertes, seguros, libres. Cuidado con pensar que ya no volveremos a enfrentarnos a este reto; la vida nos lo pondrá delante una y otra vez: Si de veras hemos comprendido ni nos daremos cuenta, pues nuestra elección será desde lo asimilado. Si no lo hemos resuelto bien, volveremos a tropezar, porque la lección no estuvo bien aprendida.
       Cuando hemos aprendido a sumar ni nos damos cuenta de las veces que sumamos a lo largo del día. Mientras no lo dominamos, mientras no tenemos integrada la suma, el resultado o es erróneo, o nos hace dudar de que lo sea. El pasado siempre vuelve, quizás con diferentes caras, pero vuelve a ponernos delante el mismo reto.  Me estoy grabando conscientemente en la mente “Todo está bien” viva lo que viva; he de enfrentarlo como una lección necesaria para mi aprendizaje. Da igual que me toque la lotería o que sufra un gran dolor anímico o físico. No es el qué vivo sino el por qué lo vivo, lo que hará que comprenda.
       La experiencia me dice que una vez superada la lección, voy a por otra. He superado enfermedades, ¡algo he aprendido! Ahora no puedo (por mi propio bien) dormirme en los laureles de lo conseguido. Tengo retos delante. ¡Ánimo! Son por mi bien. Mi nivel de energía es un buen barómetro:  alto= voy bien; bajo= camino equivocado). Aunque se me atragante algunas veces, sé que he de agradecer siempre a quienes me dañan,  tanto o más que a quienes me miman en las experiencias vividas.

Fuente: www.antahkarana-reiki.blogspot.com

martes, 6 de diciembre de 2011

[7] El poder de los mantras

La palabra mantra deriva de “man” (pensar) y “tra” (parar, detener, proteger, liberar). Un mantra es una energía mística dentro de una estructura de sonido. Todo mantra encierra en sus vibraciones un determinado poder, cada mantra esta constituido a partir de una combinación de sonidos derivados de las 50 letras del alfabeto sánscrito o devanagari (lengua de los dioses).

El universo esta compuesto de sonido, y cada sonido constituye una forma de energía que posee una cualidad única de vibración. Los mantras son silabas o palabras, compuestas por consonantes y vocales, a las que se atribuyen unas cualidades de vibración particularmente intensas. Constituyen un medio eficaz para la meditación, y general los transmite un guru o profesor.
Existen muchos tipos de mantra, todos se pueden repetir en vos alta, en un susurro o silenciosamente en la mente, hasta de forma inconsciente. Cada vez que respiramos, por ejemplo, repetimos inconscientemente un mantra: “so” en la inspiración y “ham” en la espiración. Se traduce como “soy lo que soy”.
Cuando se repite un mantra en voz alta, su ritmo y vibración nos ayudan a desviar los pensamientos negativos que nos estorban, y la liberación de la energía del sonido produce una pauta concreta de pensamiento positivo. Así, los mantras constituyen un método para sacar fuera nuestras buenas vibraciones y contrarrestar las discordantes. Nos confieren fortaleza para controlar la mente y el cuerpo.
La fuerza del mantra se experimenta a través de su utilización. Se trata de un poder sutil y debemos tomarnos el tiempo necesario para experimentar su efectividad. Probablemente el mantra mas conocido es “Om“.

Se dice que el sonido original a partir del cual se creo el universo: la raíz de todos los sonidos. El sonido consta de tres partes distintas -AH…OO…MM- y debe pronunciarse con gran cuidado. Tanto si se entona vocalmente como si se practica hacia dentro, “AH” se genera en la profundidad interior del cuerpo, “OO” es corto y “MM”, que es el sonido más largo resuena en la cabeza.
Recitar un mantra puede resultar muy útil para la meditación, pero debe escogerse concienzudamente. Probaremos diferentes sonidos o palabras, ya sean conocidos o inventados; también podemos emplear una afirmación positiva sobre nosotros mismos. Lo repetiremos durante 10 o 20 minutos más o menos, de forma verbal o interna, como medio para centrar la mente.

Durante miles de años los estudiantes de Yoga han utilizado los mantras como ayuda para la meditación.

Fuente: kuartadimension.com